Desde hace días he estado tratando de encontrar un tema para un blog adecuado para iniciar el año. Lo mío nunca han sido los propósitos de año nuevo, ni nada parecido. Quizás por ser algo muy personal no lo había considerado, sin embargo creo que es lo justo hablar sobre mis últimos 8 domingos.
He vivido muchos domingos. Un cálculo burdo me dice que ha la fecha he pasado unos 1680 de ellos. Y si vivo, como planeo, hasta al menos los 95, aún me faltan unos 3270 más. Sería imposible recordar todos mis domingos previos: deben de haber existido algunos malísimos y otros extaordinarimente buenos, así como una infinidad de domingos inócuos e insignificantes.
Sin embargo, los domingos de las últimas semanas, así como los días intermedios entre ellas, han sido especiales: además de haberlos compartido con una persona maravillosa, me han servido para conocerme mejor, y para descubrir que muchas cosas de mi que pensaba que ya no estaban por allí, todavía son vigentes e importantes. No todos los 8 domingos fueron felices, algunos estuvieron cargados de tristeza y de profunda reflexión. Sin embargo, de todos ellos obtuve algo valioso, y no cambiaría lo vivido en ellos por muy grande que fuera la recompensa.
Antes de que estos días ocurrieran, me sentía cansado; desgastado es quizás un termino más apropiado; desgastado en esfuerzos estériles. Me había vuelto bastante cínico y desencantado sobre cosas verdaderamente importantes, y muchas empresas que acometía las realizaba más en automático que por sentirme motivado en realidad. En estos pasados días sin embargo, me enfrenté a mi realidad (no por mi propia voluntad), y me rompí, en muchos muchos pedazos. Aún los estoy recogiendo. Aprendí cosas y aún estoy aprendiendo y cambiando. Pero aún con esta reconstrucción incompleta, me siento diferente: motivado por primera vez en mucho tiempo. Este va a ser un buen año, pero sólo a través del esfuerzo personal va a rendir los frutos deseados. Quizás que todas ocurrencias coincidan con el comienzo del año no es azar. No lo sé. Pero no voy a desperdiciar la energía y voluntad que he ganado en estos maravillosos 8 domingos.
Los ocho domingos han terminado. Hoy es el domingo siguiente, y no habrá noveno, pues el componente fundamental está ausente. Hope is not a strategy, es una de las lecciones que aprendí durante el curso del año que terminó; una aprendida de forma particularmente dura. Así, siendo realista las posibilidades de que estos domingo tan especiales vuelvan (y por supuesto, los días intermedios entre ellos), son inexistentes. Y sin embargo en este momento, no tengo deseo tan intenso, como el de que estos domingos se repitan, al menos, 400 veces más.
Esperando a que ello ocurra, cierro mis ojos y me dejo llevar por mi imaginación, y mi cabeza se llena de música, y con dulces melodías como fondo, aparece ante mi un dulce rostro de mujer.
He vivido muchos domingos. Un cálculo burdo me dice que ha la fecha he pasado unos 1680 de ellos. Y si vivo, como planeo, hasta al menos los 95, aún me faltan unos 3270 más. Sería imposible recordar todos mis domingos previos: deben de haber existido algunos malísimos y otros extaordinarimente buenos, así como una infinidad de domingos inócuos e insignificantes.
Sin embargo, los domingos de las últimas semanas, así como los días intermedios entre ellas, han sido especiales: además de haberlos compartido con una persona maravillosa, me han servido para conocerme mejor, y para descubrir que muchas cosas de mi que pensaba que ya no estaban por allí, todavía son vigentes e importantes. No todos los 8 domingos fueron felices, algunos estuvieron cargados de tristeza y de profunda reflexión. Sin embargo, de todos ellos obtuve algo valioso, y no cambiaría lo vivido en ellos por muy grande que fuera la recompensa.
Antes de que estos días ocurrieran, me sentía cansado; desgastado es quizás un termino más apropiado; desgastado en esfuerzos estériles. Me había vuelto bastante cínico y desencantado sobre cosas verdaderamente importantes, y muchas empresas que acometía las realizaba más en automático que por sentirme motivado en realidad. En estos pasados días sin embargo, me enfrenté a mi realidad (no por mi propia voluntad), y me rompí, en muchos muchos pedazos. Aún los estoy recogiendo. Aprendí cosas y aún estoy aprendiendo y cambiando. Pero aún con esta reconstrucción incompleta, me siento diferente: motivado por primera vez en mucho tiempo. Este va a ser un buen año, pero sólo a través del esfuerzo personal va a rendir los frutos deseados. Quizás que todas ocurrencias coincidan con el comienzo del año no es azar. No lo sé. Pero no voy a desperdiciar la energía y voluntad que he ganado en estos maravillosos 8 domingos.
Los ocho domingos han terminado. Hoy es el domingo siguiente, y no habrá noveno, pues el componente fundamental está ausente. Hope is not a strategy, es una de las lecciones que aprendí durante el curso del año que terminó; una aprendida de forma particularmente dura. Así, siendo realista las posibilidades de que estos domingo tan especiales vuelvan (y por supuesto, los días intermedios entre ellos), son inexistentes. Y sin embargo en este momento, no tengo deseo tan intenso, como el de que estos domingos se repitan, al menos, 400 veces más.
Esperando a que ello ocurra, cierro mis ojos y me dejo llevar por mi imaginación, y mi cabeza se llena de música, y con dulces melodías como fondo, aparece ante mi un dulce rostro de mujer.
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Debo informarle con toda la seriedad posible que muestra todos los sintomas de enamoramiento. No la dejes ir y si ya se fue ve por ella.
Un abrazo y festejemos que estas de regreso en ti!