Algunos años atrás, escuché esta melodía por primera vez, y me impresionó con su perfecta música, sencilla y cautivadora. En aquel tiempo, formé una imagen en mi mente: una silueta fememina, danzando contra el perfecto cielo zacatecano. Esa silueta no tenía rostro, y a cada mujer que ha pasado por mi espacio, he tratado de encajarla en esa escena, pero todas fallaron
en ese roce con mi imaginación.
Tiempo atrás, cuando apenas estabamos conociendonos, y por primera vez me sentí atraído hacia ti hice el mismo experimento contigo, Angel Alita. Y funcionó, a la primera; escéptico, lo intenté una y otra vez, con igual éxito. Sorprendido, incluso llegué a regalarte esta música, a ver que pensabas de ella, y me gustó tu respuesta.
Hoy, el tiempo ha pasado, y esta melodía sigue presente cada vez que vuelvo mi corazón hacia ti (acto que no realizo con tanta frecuencia como se pudiera pensar).
Muchos pensarán que es sólo una chaqueta mental, un juego de una mente ajuareada, pero para mi, los pequeños símbolos siempre han sido las medidas más importantes de un sentimiento.
Cuando escucho la melodía y pienso en ti, nos veo muy en alto, por encima de nuestro espacio zacatecano; veo como el frío viento te agita los cabellos, con el sol del crepúsculo tiñendo el mundo en carmesí y las primeras sombras de la noche, amenazando con su oscuridad peregrina a lo que nos rodea. Tú sonríes y ríes, y giras y disfrutas respirando profundo el aire helado. Y en tus hermosos ojos se reflejan los últimos rayos del sol y el límpisimo cielo azul. Y yo, inspirado por tu hermosura, no puedo evitar dejar escapar las lágrimas, esas que cada vez me es más difícil encontrar, en un desahogo de felicidad.
en ese roce con mi imaginación.
Tiempo atrás, cuando apenas estabamos conociendonos, y por primera vez me sentí atraído hacia ti hice el mismo experimento contigo, Angel Alita. Y funcionó, a la primera; escéptico, lo intenté una y otra vez, con igual éxito. Sorprendido, incluso llegué a regalarte esta música, a ver que pensabas de ella, y me gustó tu respuesta.
Hoy, el tiempo ha pasado, y esta melodía sigue presente cada vez que vuelvo mi corazón hacia ti (acto que no realizo con tanta frecuencia como se pudiera pensar).
Muchos pensarán que es sólo una chaqueta mental, un juego de una mente ajuareada, pero para mi, los pequeños símbolos siempre han sido las medidas más importantes de un sentimiento.
Cuando escucho la melodía y pienso en ti, nos veo muy en alto, por encima de nuestro espacio zacatecano; veo como el frío viento te agita los cabellos, con el sol del crepúsculo tiñendo el mundo en carmesí y las primeras sombras de la noche, amenazando con su oscuridad peregrina a lo que nos rodea. Tú sonríes y ríes, y giras y disfrutas respirando profundo el aire helado. Y en tus hermosos ojos se reflejan los últimos rayos del sol y el límpisimo cielo azul. Y yo, inspirado por tu hermosura, no puedo evitar dejar escapar las lágrimas, esas que cada vez me es más difícil encontrar, en un desahogo de felicidad.