Hoy, hace un año que te conocí. Yo no lo descubrí, soy muy desmemoriado de vez en cuando. Fuiste tú quien lo supo, y quien esta mañana me lo hiciste saber, para sorpresa mía, muy a tu manera. Me llenaste de alegría y me hiciste reflexionar con gran placer, sobre la extraordinaria sorpresa de nuestro encuentro.

¿Quién iba a decirlo, en aquel día que para ambos parecía tan convencional, tan "otro día más", que ese encuentro nos pondría en una senda tan extraordinaria? Tú yo yo, aparentemente tan lejanos, tan diferentes, con el único lazo común, casi marginal de una profesión en común.

Vale aclarar que este milagro no fue inmediato. Cada uno, inmerso en sus propias tribulaciones tardamos mucho en cerrar la brecha que nos distanciaba, en salvar las diferencias que ahora sin duda nos sirven para unirnos más. Y sin embargo, ahora, en retrospectiva, no puedo sino maravillarme de la extraordinaria suerte que nos puso en el mismo camino, y no dejo de estar agradecido de que así haya ocurrido.

Haberte encontrado es el triunfo que necesitaba para que todas las otras ocurrencias, positivas y negativas de este año tan turbulento, valieran la pena. Y más aún, para ayudarme a encontrar de nuevo dirección en mi vida.

Tú sabes que hace tiempo dejé de considerar la existencia de Dios. Pero últimamente, he tenido muy presente a Osvaldo, aquel pintor obsesivo de la película Il Ciclone. Una tras otra vez, en sus cuadros sólo acertaba a cuestionar "Ci è Dio?". Al igual que él, después de una maravillosa epifanía, me siento motivado a considerar cambiar y aseverar: Ci è Dio! Ho prova: Lo ho visto nei vostri occhi Grazie di essistire!