Uno no siempre hace lo correcto. Con muchísima frecuencia, todos hacemos pendejadas. De todos tamaños: grandes, medianas, pequeñas. A veces, aún con plena conciencia, hacemos cosas que le hacen daño a otros. En otras ocasiones, con las mejores intenciones de hacer algo bien, se comete un error de juicio, o bien, símplemente por se mal entiende una situación y se mete la patotota. Aparentemente, todos estos casos son aceptables y relativamente fáciles de perdonar por l@s agraviad@s.

Lo que aparentemente resulta inperdonable, es el, de entrada, tratar de hacer las cosas correctas. Hacer lo que es más decente y honesto. Decir la verdad, actuar de la forma más conveniente para el futuro de las personas involucradas. Esto aparentemente, no es permisible. Recientemente he sido acusado, entre otras cosas de: sangrón, insensible, berrinchudo e indiferente. Y aparentemente, también me he ganado sentimientos negativos por parte de algunas personas que son muy importantes para mi. Todo esto por hacer lo que mi experiencia (y también la experiencia que he heredado a través del tiempo) indica que es lo más honesto y adecuado acorde a las recientes situaciones.

No sé. Quizás simplemente me lo merezco. Pero mi corazón me indica que no.