
Desde pequeño me gustó la estética japonesa: las casas, el vestuario, los rituales, las armas, etc... así como su visión pragmática y ordenada de la vida. Durante cierta época incluso lo consideré mi máximo; afortunadamente eso pasó conforme fui descubriendo la riqueza y diversidad de ofertas culturales y estéticas de nuestro mundo. Sin embargo me sigue gustando; y hay un elemento en particular que se me hace chingón de a madres (por no encontrar un adjetivo más adecuado): los jardines de piedra; o jardines para meditación, también llamados frecuentemente jardines Zen.

De pequeño me imaginaba con mi casita con paredes de papel y en medio su jardincito Zen el cual yo rastrillaría día con día (ahora me pregunto a que pinches horas...), y todo bien bonito. Ahora mi casa ideal está lejos de esa simplicidad, aunque los elementos japoneses siempre están presentes en las ideas de decoración y diseño que manejo. Sin embargo sigo pensando que los jardines Zen son algo genial, y aún pasando de las modas orientalistas que nos dan por estos lares (más bien en el gabacho, y nosotros las copiamos), creo que es algo que vale la pena tener.

Yo no soy fan de las cosas muy espirituales (aunque de repente tengo mis arranques) y tampoco soy seguidor del Zen: el jardín me interesa por fines meramente estéticos. Mi experiencia previa con la jardinería a la japonesa fue un desastre: un compañero de trabajo, aficionado al Bonsai, me regaló un precioso fresno de 7 años de edad, y sólo 30 cm. de estatura, y me explicó como cuidar de él. Yo, entusiasmado, compre todos los utensilios y me dediqué a su cuidado durante un tiempo... y finalmente lo maté... una combinación de incompetencia jardinera y descuido.

Pero esta vez, no voy a equivocarme: ya tengo mi primer jardín Zen. Es muy difícil matar a algo que está completamente hecho de piedra, así que ese problema no se repetirá. No es muy grande, lo sé, pero espero que con el tiempo crezca y sea el comienzo de un futuro promisorio en la estética japonesa. De rayo.

P.D. No Konejo, no es un cenicero.

De pequeño me imaginaba con mi casita con paredes de papel y en medio su jardincito Zen el cual yo rastrillaría día con día (ahora me pregunto a que pinches horas...), y todo bien bonito. Ahora mi casa ideal está lejos de esa simplicidad, aunque los elementos japoneses siempre están presentes en las ideas de decoración y diseño que manejo. Sin embargo sigo pensando que los jardines Zen son algo genial, y aún pasando de las modas orientalistas que nos dan por estos lares (más bien en el gabacho, y nosotros las copiamos), creo que es algo que vale la pena tener.

Yo no soy fan de las cosas muy espirituales (aunque de repente tengo mis arranques) y tampoco soy seguidor del Zen: el jardín me interesa por fines meramente estéticos. Mi experiencia previa con la jardinería a la japonesa fue un desastre: un compañero de trabajo, aficionado al Bonsai, me regaló un precioso fresno de 7 años de edad, y sólo 30 cm. de estatura, y me explicó como cuidar de él. Yo, entusiasmado, compre todos los utensilios y me dediqué a su cuidado durante un tiempo... y finalmente lo maté... una combinación de incompetencia jardinera y descuido.

Pero esta vez, no voy a equivocarme: ya tengo mi primer jardín Zen. Es muy difícil matar a algo que está completamente hecho de piedra, así que ese problema no se repetirá. No es muy grande, lo sé, pero espero que con el tiempo crezca y sea el comienzo de un futuro promisorio en la estética japonesa. De rayo.

P.D. No Konejo, no es un cenicero.