Todavía recuerdo el día en que te conocí, angelita... igual y tú perdiste hace mucho esa memoria; pero tengo firmemente grabado el momento en que cruzaste la puerta, y me sorprendiste con tu perfecta nariz y con tu hermosa carita. Mucha lluvía ha caído (al menos en otras partes) desde entonces, y han cambiado montones de cosas... ahora soy un hombre, con mente de niño, y no un niñote, jugando a hacerle al hombre, como era entonces. Pensé que te conocía y me equivoqué; te seguí y te busqué e igual me equivoqué. Podía ver tu colita de diablo por detrás, pero creo que nunca supe comprenderte. Te valoré en una escala equivocada, y yo mismo, estaba perdido en mis deseos y necesidades. Luego me alejaste, nos perdiomos, y eso estuvo perfecto. En nuestro mundillo egoista, no quedaba otro camino sano para nosotros.

Por alguna extraña, e inopinada razón, nos cruzamos de nuevo, sin expectativas ni interés alguno; y a pesar de todo, y en pleno conocimiento de causa y destino, hoy te has vuelto una parte importante de mi vida, una constante de la cual no quiero prescindir. Un día, no muy lejano, sin duda, te marcharás, y ya no contaré con tu presencia dominate; y te extrañaré y añoraré cada momento vivido cerca de ti. Pero en mi mente, siempre hay un plus, una marca lejana e improbable, pero no imposible; en donde los arquetipos se materializan en realidad. Hoy por hoy, te conservo aparte, por encima de cualquiera, en un reino propio para ti. Y allí, en ese territorio angelita, las reglas del mundo se desvanecen, y sólo imperan las reglas de mi intuición y de mi corazón...

Extraño mundo el nuestro... que camina en círculos y vuelve, como la Piedra de Sol, a comenzar donde empezó: Look at the stars
Look how they shine for you...