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Historias que merecen ser contadas

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Mis amigos me conocen como una biblioteca de referencias, de hecho “Pire’s Fast Fact” es un término reconocido entre la banda. Además, soy un platicador de historias irredento, pues siempre que tengo la oportunidad, me dedico a contar alguna anécdota de mi agrado oportuna al momento que se presente. Así que voy a ser fiel a mis costumbres extendiendo esta práctica al Blog, así que espero de manera frecuente contar algunas historias que me gustan, por ser divertidas, emocionantes, heroicas o simplemente interesantes (a mi criterio, por supuesto), pero más que nada, por su proyección de la condición humana. Así que aquí voy. A ver si les gustan.


# 1, La Milla de Indianápolis.

Kenny Roberts es el equivalente motociclistico al gran Edson Arantes “Pelé”: una figura ampliamente respetada y reconocida en su área, no únicamente por sus logros en las pistas, sino por su compromiso con el deporte y gran calidad humana. No en vano, al igual que el futbolista brasileño, es apodado “El Rey” o “King Kenny”. Su talento y fama alcanzan niveles legendarios, y su nombre siempre es mencionado junto al de otros grandes de las dos ruedas como Hailwood, Agostini, Spencer y Lawson. Pero no se llega a ser una leyenda viviente de nada sin hechos que avalen esta postura, y uno de los más recordados sin duda es aquel que tuvo lugar en 1975.


"King" Kenny Roberts

A mediados de la década de los setentas el campeonato conocido como AMA Grand Nationals era sin duda el evento sobre dos ruedas más popular fuera de Europa, y contrario a lo que ocurre en los tiempos actuales, rivalizaba en popularidad contra las series automovilísticas como NASCAR y Can-Am. Para probar la competencia de los corredores, los Grand Nationals incluían carreras en pistas tradicionales, como la afamada Daytona, en Florida, y eventos semejantes al motocross (llamados TT o “Time Trails”). Sin embargo las carreras más atractivas para el público y los competidores eran, y son, las competencias de “Dirt Track” o “Flat Track”, las cuales se ejecutan sobre un óvalo de tierra apisonada, de longitudes variables: Short Track (1/4 de milla), Half Mile y One Mile. Este último formato es sin duda el más espectacular, pues un puñado de motociclistas se precipitan unos sobre los otros a lo largo de las rectas del óvalo, para luego derrapar salvajemente, separados por unos centímetros entre contrincantes, al entrar en las grandes curvas, en un homenaje a una de las formas más antiguas y duras de carrera motorizada sobre dos ruedas.

Flat Track Racers

En este panorama, Kenny Roberts estaba forjando su carrera dentro del deporte motor. Para el ’75 ya en dos ocasiones había ganado el afamado #1 de la AMA, sin embargo en ese año en particular, corriendo para el equipo Yamaha, se las veía pelonas para poder conservar su título. La competencia era feroz entre escuderías y pilotos, con nombres tan famosos como Jay Springsteen, Corky Keener y Gary Scott, quien a mediados de la temporada tenía agarrada de un asa la copa que Roberts quería reclamar nuevamente para si. Además, la maquinaria Yamaha no estaba a la altura de las famosas XR750 de Harley-Davidson y otras cafeteras serias como las Kawasaki Triples afinadas por el legendario mecánico samurai Erv Kanemoto.

Kanemoto

Para solventar estas deficiencias, a algún tipo dentro de Yamaha se le ocurrió una solución obvia pero arriesgada: crear una supermoto para Flat Track, poniendo el motor más poderoso que se pudiera conseguir sobre el chasis más ligero que lo soportara y sobre un par de llantas para polvo. Los tubos se armaron a mano para el propósito y el molino fue donado por la TZ750, apenas un año atrás utilizada por el gigantesco Giacomo Agostini para ganar el Campeonato Mundial de Motociclismo en Europa. Este motor de dos tiempos era tan poderoso que Don Vesco montó dos en la moto con la que batió el record mundial de velocidad en dos ruedas alcanzando unos alucinantes 453 km/h.

Yamaha TZ750

Kel Carruthers, mecánico personal de Kenny fue el encargado de la puesta a punto de la máquina (la cual fue construida en apenas 5 días): la simple vista de la misma era intimidante. Con más de 100 caballos sobre una ligerísima plataforma, y las duras gomas para tierra, la nueva Yamaha solo podía describirse con una palabra: overkill.

El Rey fue presentado con su nueva arma apenas el día anterior a una de las carreras más importantes del año: La milla de Indianápolis. Poco sabía Kenny que pronto iba a conocer el temor de Dios, en la forma de una moto estampada con tres diapasones.

El día de la carrera la moto se mostró dura de manejar, y en un principio no se utilizó toda la potencia disponible; aún así Roberts consiguió calificar para el evento principal: El Grand Nationals. El último evento de la noche, y Kenny se dispuso a soltarle las riendas a la bestia: cayó la bandera verde y… nada.


Lineup en Indianápolis, 1975

En la confusión de la arrancada, y mientras los otros pilotos se alejaban por la recta 1 de la Milla, Roberts no conseguía mover su aparato: La brutal potencia de la máquina la hacía derrapar salvajemente, mientras que las duras llantas chillaban buscando agarrar un poco de tracción. Finalmente, el dibujo mordió el polvo y King Kenny salió disparado por la pista: sin embargo esto le serviría poco de consuelo: al igual que los vaqueros que se aferran marginalmente al lomo de los broncos en el rodeo, Roberts no estaba en control de su moto: ella estaba al mando: difícilmente podía ser mantenida en línea recta y su piloto iba a necesitar todo su talento, habilidad y una gran cantidad de suerte para evitar ser arrojado contra las pacas de paja que bordeaban el óvalo, y más aún para conseguir meter a ese bruto en las curvas. Todo esto sin contar que era el último del montón y sus contendientes principales le llevaban media pista de ventaja.

Kenny al límite del control

Pero Kenny tenía la talla para el desafío y se decidió a someter al demonio mismo: alargando hasta lo imposible las rectas y “cuadrando” el óvalo a fuerza de salvajes derrapadas que sacaban chispas de su zapato de metal, empezó a abrirse camino, corriendo por el borde exterior del óvalo, la parte más larga, siempre en el límite extremo del control.

Roberts sobre la TZ750 en Indianápolis, 1975

Mientras tanto en otra parte del circuito, la carrera se desarrollaba espectacularmente: todos los contendientes eran de primera clase así como sus máquinas, y se cambiaban lugares constantemente, en un desafío que sería recordado por muchos como una de las mejores carreras motociclistas de la historia. Conforme el tiempo pasaba, el domino de las excelentes Harley-Davidson empezó a quedar bien claro, y los coequiperos Jay Springsteen y Corky Kenner comenzaron a despuntar del paquete, prácticamente asegurando un 1-2 para su escudería. A pesar de lo disputada que estaba la carrera, su posición aparentaba ser tan cómoda, que la fantasía popular puso este diálogo en la boca de estos corredores:

Corky – La, la, la, ¿no te parece Jay, que la vida se ve grandiosa estando enfrente del montón?

Jay – Si querido Corky, que pena por nuestro compa Roberts, pasandola de la chingada, tratando de controlar ese adefesio de… ¿Qué es ese sonido tan horrible?


La bestia amarilla se acerca

Ese sonido era Kenny Roberts, sobre la Yamaha infernal. Cerca del final de las veinticinco vueltas de la carrera, Kenner presintió algún peligro, y al voltear vio al monstruoso adefesio negro y amarillo acercándose por el exterior de la pista. En un ademán que ha quedado para la historia se alzó sobre su asiento para indicarle a Springsteen que el mismísimo Diablo había venido por ellos: A máxima velocidad, al límite de la tracción y con control poco menos que marginal, el Rey se acortaba la distancia con los primeros lugares. Uno a uno habían caído ya una docena de competidores, incapaces de sostenerle el paso a la moto más salvaje que hubiera visitado un Dirt Track. En un último despliegue de poder, al final de la última recta, Roberts soltó por completo su máquina para dominar a los últimos corredores en la pista: alcanzó primero la bandera a cuadros, con menos de una moto de diferencia de Jay Springsteen, seguidos por Gary Scott, quien había aprovechado la confusión para arrebatarle el tercer lugar a Corky Kenner.

El Podium en Indianápolis, de izq. a der. Springsteen, Roberts y Scott.

Así terminó una carrera de proporciones épicas, guardada en la memoria colectiva de los fans del motociclismo simplemente como “La milla”. Las autoridades de la AMA prohibieron de inmediato la participación de tricilíndricas y tetracilíndricas en este tipo de competencias, precludiendo de manera permanente que otra hazaña de estas características se repitiera, para tristeza de todos aquellos de nosotros que nunca pudimos presenciar la gesta heroica del óvalo de tierra.

¿Y que pasó con el Rey Kenny? Aunque no ganó el campeonato de 1975, su posterior carrera, incluyendo tres Campeonatos del Mundo de 500cc lo confirman como un dios de las pistas y un icono legendario del Deporte. ¿Y qué opinaba él de dicha hazaña? Bueno, la frase que acuñó para los medios inmediatamente después de bajarse de la Yamaha negro y amarillo lo dice todo: “No me pagan lo suficiente para montar esa cosa”.


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1 Response to "Historias que merecen ser contadas"

  1. Anonymous Says:
  2. Hola,

    Muy bueno, lo de la Milla de Indianapolis. Por cierto, es imposible que la última foto sea el podio de esa carrera. Roberts era número 1 y el Scott que ves ahí es Hank Scott, el hermano de Gary. Además, Gary quedó cuarto en esa carrera.

    Mírate esto. Te gustará.

    http://www.vft.org/Magazines/PopCycIndyKR1.jpg
    http://www.vft.org/Magazines/PopCycIndyKR2.jpg

    Gracias!

    Aibo